Cuando nos sentimos oprimidas y desgastada, mentalmente confusas y embotada, cuando necesitamos sentir una energía de renovación o elevar nuestras peticiones al Ser Superior, se recomiendan hacer algún ritual de aire ya que sus asociaciones inconscientes generan rápidamente los cambios que necesitamos.
En los sistemas de creencias espirituales, el aire es uno de los cuatro elementos que conforman la vida y el tercero de la escala aristotélica. Es un gran liberador porque circula, asciende y es liviano. Se eleva por encima de la tierra (la materia) y el agua (las emociones) además cuando sopla, atiza el fuego (la acción).
Al nacer lo primero que hacemos para agarrarnos
a este plano es tomar aire y al despedirnos, le devolvemos un poco de lo que
nos dio al exhalar nuestro último suspiro. Representa lo racional, que en su
sentido más elevado nos lleva a la sabiduría de la trascendencia.
Y si bien
hay ceremonias muy elaboradas y diversas maneras de convocar la magia del aire,
una de las más sencillas es aprovechar su poderosa presencia con los vientos que
llegan en febrero y marzo.
La fórmula es tan sencilla como localizar una
corriente de aire y colocarnos en ella sintiéndola profundamente, visualizando
cómo se va lo malo y llega el aliento de vida, entendimiento, frescura y gozo.
Mira cómo tus peticiones se elevan al cosmos. ¿Ves cómo sonríes con sólo
imaginarlo? No lo piense más y aprovecha. Eso sí, para hacerlo busca un lugar
donde no corras el riesgo de que algo te vaya a caer encima.
En lo personal,
la primera vez que contacté con esta maravillosa experiencia fue en la llegada
de un norte en Veracruz. Parada en la playa, me ‘dejaba caer’ pero el fuerte viento
me sostenía y yo reía y me emocionaba como niña. Muchos años después, en un
viaje a Ollantaytambo en el Valle Sagrado de Perú, en el Templo del Sol vi a
los indígenas entregarse a la purificación del viento con una devoción que me conmovió. Y uno de los mejores momentos de mi vida, cuando luego de muchas dudas y esfuerzo logré llegar a la ventosísima cima del Monte del Perdón en el Camino a Santiago de Compostela y ahí me sentí invencible, el aire estuvo presente en todo su esplendor.
Hoy, cada
vez que inician los benditos vientos los celebro y me entrego feliz a sus bendiciones. ¿Por qué no pruebas? Te encantará.

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